Dos miradas a la minería

Martínez Alier y Gunter Pauli hablan de los pros y los contra de la explotación minera.
El Espectador, Febrero 2013
La última semana coincidieron en Colombia dos expertos internacionales que conocen de cerca el propósito del actual gobierno para hacer de la minería su locomotora económica. Dos reconocidos economistas que tienen visiones diferentes, y a veces opuestas, sobre la manera en la que el país debería manejar la explotación de sus recursos. Por un lado, el economista catalán Joan Martínez Alier asegura que en Colombia existe “una obsesión por la locomotora minera sin contar los costos sociales y los costos ambientales”, lo que no sólo está causando daños “irreparables” a los ecosistemas sino que no representa el crecimiento económico que se anuncia.
Al otro lado de la balanza está el economista holandés Gunter Pauli, quien trajo al país el concepto de minería sostenible. Su pensamiento es que “no hay que dejar de explotar minerales, pero la mina tiene que generar valor agregado más allá de la mina”, y su propuesta contempla un modelo de mina que produce agua y elimina desechos y contaminantes.

Dos visiones de la minería en momentos en que se revive en el país el debate sobre la conveniencia de esta actividad, luego de que la Drummond fuera sancionada por el vertimiento de carbón en el mar de Santa Marta y de que los trabajadores del Cerrejón se declararan en huelga por sus condiciones laborales y de salubridad.

‘Colombia no va por buen camino’: Joan Martínez Alier

Joan Martínez Alier conoce de cerca los conflictos ambientales de la India. Ha escuchado a los grupos indígenas de Perú que se oponen a la minería, a los de Ecuador que rechazan la extracción de petróleo en el Parque Nacional Yasuní. También a los campesinos de Cajamarca, Tolima, que están en contra de la minería de oro en sus territorios y, en general, a cientos de movimientos en el mundo afectados por la extracción de sus recursos por cuenta del crecimiento económico.
No es gratuito que a la hora de hablar de economía ecológica o de economía popular su nombre sea un referente obligado a nivel mundial. Este catalán ha publicado 20 libros en los que analiza estos fenómenos. La semana pasada estuvo de visita en el país y habló con El Espectador.
En Colombia se han otorgado cerca de 14.000 títulos mineros. ¿Por qué ha crecido el interés de empresas extranjeras por explotar recursos en el país?Es una situación que se repite, no sólo en América Latina sino en otras regiones del mundo, como África. Cuando la economía mundial crece —y todavía está creciendo— gasta más energía y más recursos, y los va a buscar a donde sea. Por ejemplo: se saca petróleo de los sitios en los que menos se debería sacar, como en la Amazonia. Nunca ha habido tanto comercio de materias primas del sur hacia el norte como ahora. En la época colonial tenían embarcaciones pequeñas y enviaban minerales, pero ahora hay barcos de petróleo y de carbón moviéndose todo el tiempo.
¿Eso explica el aumento de movimientos sociales en contra de estos proyectos?Hace diez años los indígenas uwa estaban defendiendo su territorio contra la Occidental Petroleum Corporation y los embera katío contra la represa de Urrá. En el Pacífico la gente estaba protestando por los cultivos de palma de aceite. Sólo en Colombia habrá cien conflictos ambientales activos. Sin embargo, es cierto que ahora se están discutiendo más estos asuntos, quizá porque la situación política es más pacífica. No se puede olvidar que, en Colombia, los temas ambientales han estado relacionados con el conflicto armado.
¿Cómo ve la decisión del Gobierno de impulsar una locomotora minera?Es una mala política porque puede que la economía crezca, pero al ambiente le va muy mal. Si se hiciera bien la contabilidad y se tuvieran en cuenta los daños ambientales irreparables por la extracción, el PIB no estaría creciendo el 5%, como dicen, sino que quizá está decreciendo. Aunque es cierto que la locomotora no va tan de prisa porque la gente protesta, en algunas zonas ya estaba avanzando aun antes del gobierno del presidente Santos. Colombia es un gran exportador de carbón, de más de 70 millones de toneladas al año, y se está impulsando la extracción de oro.
Pero esa locomotora está pensada para impulsar la economía del país...En términos económicos, el país exporta barato y compra caro. ¿Para qué destrozar el ambiente, generar pérdidas en la biodiversidad y el agua, y perjudicar a las comunidades si al fin y al cabo se va a vender materia prima barata? En estas condiciones, creo que Colombia no va por buen camino. A las compañías las entusiasma llegar a un lugar que va a ser un proveedor barato de materias primas. Siempre hablan de compensar las externalidades, pero no lo hacen. A mí no me parece muy sofisticado eso como política. No creo que, por ejemplo, la explotación de carbón enriquezca a Colombia. Desde luego, las zonas de extracción se empobrecen, se destrozan. Habría que preguntarse cuál es el beneficio que le queda al país. Hay una obsesión por esta locomotora minera sin contar los costos sociales y ambientales.
El presidente Santos declaró 17 millones de hectáreas de la Amazonia y de la Orinoquia como zonas de minería estratégica. ¿Cree que es la mejor manera de evitar la minería ilegal en la zona, como lo propone el mandatario?Parece que cuanto más modernos somos, más simplificamos la geografía. Entramos en un momento en el que predomina un solo lenguaje, que es el de la económica, y se olvidan, por ejemplo, la riqueza de idiomas y la diversidad biológica y cultural de estas zonas. Santos se imagina a la Amazonia con una minería ordenada, con grandes empresas, pero la Amazonia no es eso, no se puede simplificar así.
El Gobierno plantea que la locomotora minera será una fuente de desarrollo para el país. ¿Es posible pensar en desarrollo y conservación al mismo tiempo?Depende de lo que entendamos por desarrollo. En Europa, por ejemplo, mucha gente se está preguntando para qué vamos a crecer económicamente si eso nos lleva a costos ambientales muy grandes y nos ha hecho endeudar de una manera terrible. En lo que se está pensando es en una prosperidad sin crecimiento, olvidar el crecimiento económico y ver cómo podemos vivir con lo que tenemos. Repartir mejor las cosas, vivir sin aspirar a tener siempre más. Estas ideas son muy distintas a las de los economistas del crecimiento económico perpetuo, que es imposible.
Varios expertos en medio ambiente aseguran que es más rentable para el país dejar los recursos en el subsuelo. ¿Comparte esta posición?En este momento es claro que estamos poniendo demasiado dióxido de carbono en la atmósfera, estamos quemando demasiado combustible fósil. La concentración de CO2 en la atmósfera, que era de 300 partes por millón, está llegando a 400 partes por millón. Sabemos que se debe quemar menos petróleo, gas y carbón. Entonces, ¿dónde se deben dejar estos recursos? En lugares que tengan mucho valor desde el punto de vista social, cultural y ambiental. En el caso de Colombia, una buena idea sería dejar el carbón en los páramos, para proteger el agua. Me parece razonable sacar combustibles fósiles a un ritmo mucho más lento, pero el Gobierno está buscando todo lo contrario.
El Gobierno acaba de sancionar a la minera Drummond por arrojar carbón al mar de Santa Marta. ¿Cree que el Estado está asumiendo una posición distinta frente a los temas ambientales?Yo estuve un vez en Santa Marta y allá todos saben que hay contaminación por el carbón; se ve la nube de carbón con el descargue en las barcazas. Pero hacía falta que botaran el carbón al mar para que se hablara del asunto. La gran catástrofe es que la contaminación está ocurriendo cada día y no se hace nada. Parece que la reacción es tan lenta que sólo se aprende por catástrofes, y eso es una lástima.
¿Lo que usted ha denominado “ecología popular” o “ecología de los pobres” está teniendo más fuerza hoy en el mundo?
Hoy lo llamo movimiento de justicia ambiental. Cuando hay conflictos ambientales, la gente pobre se pone del lado ambiental por razones de supervivencia. Eso está ocurriendo en todo el mundo. Un caso es el de Santurbán. Hay una fuerte resistencia. Buena parte de esta gente no diría que es ecologista o ambientalista; es gente normal que protesta. Por ejemplo, en Cajamarca la gente está manifestándose. Yo estuve en Tolima y es absurdo pensar que allí la gente vive de la agricultura, pero el lugar se va a convertir en un enorme hoyo de minería de oro, con Anglogold Ashanti a la cabeza, que es una compañía con una mala reputación mundial, con malos antecedentes.

Es posible la minería sostenible’: Gunter Pauli

Los mineros tienen que aprender a trabajar como los cirujanos, con mucha precisión y sin dejar tantas secuelas”.
Gunter Pauli es holandés de nacimiento, pero gran parte de su vida la ha pasado entre Japón y Sudáfrica. A Colombia —país de origen de su esposa— ha venido más de 200 veces y la semana pasada llegó por invitación de la Biblioteca Luis Ángel Arango para proponer un proyecto que, según él, convertirá la minería en proveedora de agua y de empleo para los campesinos de las regiones.
Con su libro Economía azul, este economista sugiere que las crisis pueden resolverse por medio de los recursos de la naturaleza. La clave, según él, está en buscarles un valor agregado para que haya más empleo y capital. Destaca que dentro de sus principales logros está haber puesto a producir electricidad, carbón e hidrógeno de viejas minas europeas que llevaban décadas clausuradas y sin recursos.
Está en Colombia para proponer un proyecto de minería sostenible, ¿de qué se trata?
Me di cuenta de que Colombia está sufriendo del mal holandés: gracias al éxito de la minería, de sus exportaciones, tiene una revaluación de su peso y la industria agropecuaria y textil han perdido competitividad. Por eso pensé que tenemos que cambiar el modelo de negocios de la mina, porque si sigue así van a tener una desindustrialización.
¿Cuál modelo propone?
La propuesta concreta es que la mina de Cajamarca, en Tolima, siembre 20.000 hectáreas de guadua, que se quiten las especies exóticas y se restablezca la vegetación tradicional. Hemos calculado que con esas hectáreas la mina tendría el doble de agua que necesita y la tendría para siempre. No hay que dejar de exportar minerales, pero la mina tiene que generar valor agregado más allá de la mina.
En este caso, ¿cuál sería ese valor agregado?
Cuando en tres años ya tienes un guadual, vas a obtener postes de 25 metros que necesitan los frijoleros de la zona para poner sus fríjoles. La guadua también se podría usar para viviendas de interés social. Con lo que sobre se puede hacer pulpa de papel. Además, los desechos de la mina podrán producir material de construcción, ya tenemos una alianza con Cemex.
¿Ya ha realizado la propuesta a empresas mineras?
Tengo un acuerdo con Anglo Gold Ashanti y ya van a financiar las primeras 100 hectáreas de guadua para probar que el modelo funcione en Tolima.
Usted habla de un concepto de minería sostenible...
Minería sostenible, social, proveedora de agua, catalizadora de desarrollo económico.
Explíquenos bien el término...
Se trata de aprovechar todo. La mina pasa de ser un excavador de mineral a un catalizador del desarrollo económico. La mina tiene que convertirse de la misma manera como el cirujano lo ha hecho: hace 30 años, cuando tenías apendicitis, te quedaba una cicatriz enorme, ahora es pequeñísima. Los mineros tienen que aprender a trabajar como los cirujanos, con mucha precisión y sin dejar tantas secuelas.
¿Cuál debería ser la metodología para la extracción de minerales sin causar tantos impactos?
Debe ser subterránea, sin tocar la superficie.
Algunos expertos colombianos creen que es más rentable dejar los recursos mineros en el suelo y no extraerlos, ¿cuál es su posición?
Soy partidario de la lógica inclusiva. Es decir, seguramente hay situaciones como las de los páramos que no tiene sentido molestarlos, porque su función es tan crítica que no puedes tocarlos. Pero cuando estoy en Tolima, en una zona donde el terreno es pobre, donde el campesino no tiene la capa vegetal para el futuro, ni el agua, entonces sí hay que hacerlo. No hay negro ni blanco, hay situaciones donde vale la pena y otras en las que no se puede hacer.
Por ejemplo, en junio del año pasado, el Gobierno declaró como áreas estratégicas mineras 17 millones de hectáreas entre Amazonas y Orinoquia, ¿Ahí vale la pena la minería?
Se tienen que respetar sitios sagrados indígenas y áreas de reserva campesina. Pero los otros que sí están disponibles son tan importantes y con tanta promesa que no podemos castigarlos a ellos porque no se puede al otro lado.
¿Qué áreas ve como potenciales para la minería en Colombia?
Es más fácil decir dónde no es factible: en páramos, en zonas sagradas de los indígenas. Pero el resto, miremos caso por caso el impacto positivo que se puede tener.
¿Amazonas, por ejemplo?
No conozco ningún caso y tampoco lo he estudiado, no digo que es imposible, pero tampoco que es fácil.
El año pasado cerramos con un movimiento social muy fuerte que rechaza la minería, ¿significa entonces que ellos están equivocados?
No, para nada. Como ellos, estoy en contra de la extracción salvaje como muchos empresarios lo han hecho. Decir “no” tiene razón, pero decir que hay otra opción para la minería vale la pena.
Colombia es un país de vocación agraria, ¿cómo cambiar ese chip de que ahora podríamos ser el país minero?
No, Colombia tiene que conservar su vocación agraria. No tiene sentido convertirse en el país minero. Lo que necesitamos es que este sector no impida por razones macroeconómicas perder al sector agrícola.
¿Qué va a pasar con los mineros artesanales?
Tenemos que integrarlos, no eliminarlos. Ellos son necesarios. Lo único es que deben dejar de usar el mercurio. El problema de la minería artesanal es que no ha tenido acceso a las tecnologías.
¿Qué es el progreso para usted?
Que la gente sea feliz.

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