Ventaja y asimetría
“Esta votación histórica representa una gran victoria para los trabajadores y empresas de Estados Unidos" afirmó Barack Obama
cuando el Congreso norteamericano ratificó los TLC con Colombia, Panamá
y Corea del Sur. Las cifras confirmarían pronto su predicción.
Al cumplirse un año de vigencia de este tratado, El Tiempo
tituló: “Estados Unidos arrancó con ventaja en primer año del TLC”.
Efectivamente, entre el 15 de mayo de 2012 y el 31 de marzo de 2013,
las importaciones provenientes de Estados Unidos crecieron 13,6 por
ciento, mientras que las ventas colombianas a ese destino, sin
combustibles, aumentaron apenas 3,3 por ciento[1].
Todo mundo lo sabía
Aún
cuando muy preocupante, esta noticia no podía sorprender a nadie. Todas
las proyecciones realizadas antes de entrar en vigencia el tratado
auguraban para Colombia un deterioro en la balanza comercial bilateral:
· La
Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos (USITC) preveía un
aumento de las exportaciones de 1,1 miles de millones de dólares (13,7
por ciento) frente a mayores importaciones de Colombia por 487 millones
de dólares (5,5 por ciento)[2].
·
Resultados similares arrojó un estudio del Departamento Nacional de
Planeación (DNP): crecimiento de las importaciones desde Estado Unidos
de 11,92 por ciento, frente a sólo 6,44 por ciento de las exportaciones y
pérdida de ingresos tributarios por 590,62 millones de dólares[3].
·
El Banco de la República proyectaba un crecimiento de las
importaciones de 1.628,7 millones de dólares y de las exportaciones de
1.016 millones de dólares entre 2007 y 2010[4].
Dichas
estimaciones, realizadas con anterioridad a la gran crisis financiera
de 2008 y sus secuelas, anticipaban el deterioro de la balanza comercial
para Colombia.
Independientemente
de las razones que invocan los voceros oficiales para justificar los
primeros resultados del TLC — lento crecimiento de la economía mundial,
caída de los precios de las materias primas, entre otras — se confirma
el signo negativo para Colombia, previsto por las propias fuentes
oficiales.
Avalancha de importaciones
Los efectos del TLC en este último año han resultado alarmantes.
Foto: www.tlc.gov.co |
Como señala Jorge Enrique Robledo, de junio de 2012 a marzo de 2013 — según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos
(EUA) — las exportaciones agrícolas a Colombia aumentaron 70 por ciento
en términos de toneladas: 1.770.970 frente a 1.042.914, en el período
junio de 2011 y marzo de 2012. “Enormes cantidades de arroz, leche,
carne, soya y productos oleaginosos han ingresado al país afectando la
producción nacional”[5].
Otro
dato que corrobora lo anterior: durante el semestre octubre 2012–marzo
2013, el Departamento de Agricultura registra un crecimiento de las
exportaciones a Colombia de 132,2 por ciento frente a 18,7 por ciento de
las importaciones provenientes de Colombia.
Parafraseando
a Stiglitz, no hay que ser premio Nobel de economía para entender el
significado de semejante desbalance en la distribución de los beneficios
del tratado. Algunos de estas importaciones probablemente constituyen
una desviación de comercio de Latinoamérica, contrariando así el mandato
constitucional de dar prelación a la integración con los países
vecinos.
Pero
muchos productos importados de Estados Unidos sencillamente han
desplazado producción local, con efectos perversos sobre el empleo y el
producto.
Ahora
bien, las exportaciones de Colombia a Estados Unidos experimentaron un
deterioro en el primer trimestre de 2013 de 16,8 por ciento frente al
mismo período de 2012. Sin contar combustibles y minerales, la reducción
fue de 3 por ciento. En agudo contraste, las importaciones crecieron en
los dos primeros meses del año en 27,6 por ciento.
Disimulando la realidad
Los
resultados del TLC no sólo son desalentadores en términos de comercio
internacional, sino en términos de la economía en su conjunto.
- La realidad ha develado graves errores en las predicciones sobre un “salto en el producto”:
·
El ritmo de crecimiento del PIB no sólo disminuyó — de 6,6 por
ciento en 2011 a 4 por ciento en 2012 — sino que resultó inferior al de
varios países latinoamericanos, entre ellos Bolivia, Ecuador, Venezuela,
Perú, Chile y Panamá.
·
Por su parte, la industria decreció 0,72 por ciento en 2012,
acentuándose la tendencia durante los tres últimos trimestres y, peor
aún en el primer trimestre de este año cuando, exceptuando trilla de
café, cayó 6,1 por ciento frente a igual período de 2012.
· Si
bien el lento crecimiento de la demanda mundial tuvo alguna incidencia
en la desaceleración la economía, no pueden desconocerse los efectos
directos del deterioro de la balanza comercial derivado del TLC y de la
revaluación de la moneda, un hecho que intensifica los daños derivados
del tratado, y cuya posibilidad de corrección está subordinada a las
cesiones de soberanía que incluyó el TLC.
-Con
respecto al empleo, el gobierno también hace maromas para disimular la
realidad: el presidente Santos incluso le atribuyó un aumento en el
empleo.
· Pero las cifras del Departamento Nacional de Estadística (DANE), por el contrario, arrojan una leve reducción en la tasa de ocupación entre febrero de 2012 y febrero de 2013: 56,7 por ciento a 56,2 por ciento.
· Antes de que entrara en vigencia el TL fue mayor la reducción en la tasa de desempleo: de 12,9 a 11,9 entre febrero de 2011 y de 2012 – frente al 0,1 entre los mismos meses de 2012 y de 2013.
· En
el primer trimestre de 2013 el personal ocupado por la industria
manufacturera ( sin trilla de café) se redujo en 1,8% frente a igual
período del 2012.
Resulta
curioso que en el positivo anuncio gubernamental sobre las
exportaciones agrícolas bajo el TLC, se exceptúen café y flores. Las
ventas a Estados Unidos de los capítulos 6 y 9 del arancel — que
contemplan estos dos productos, intensivos en mano de obra y
emblemáticos de las exportaciones colombianas — registraron caídas de 8
por ciento y 23 por ciento, respectivamente, entre mayo de 2012 y marzo
de 2013, con relación al mismo período del año anterior.
Este
conjunto de hechos está marcando una tendencia sobre el impacto inicial
del TLC y constituye un anticipo de los resultados a mediano plazo que
ya se pueden prever dada la asimetría del TLC entre ambas naciones.
¿Beneficios intangibles?
Intentando
mitigar los efectos negativos que las cifras revelan para Colombia, las
declaraciones del embajador y de la Secretaria de Comercio de Estados
Unidos apuntaron a otros beneficios intangibles derivados del TLC, como
el “remezón institucional” y los “cambios de mentalidad”.
Tienen
razón estos funcionarios: los resultados del TLC van más allá de las
cifras, pero debido a factores muy distintos de los mencionados en su
retórica y que son más preocupantes que las propias consecuencias
comerciales.
El
TLC en efecto constituyó un verdadero “remezón institucional”. Sus
reglas de juego leoninas cercenaron gravemente la soberanía en los más
diversos campos. En particular, la entronización de la inversión
extranjera — asignándole el discutible papel de motor del desarrollo,
sin condicionalidades que lo garanticen — y los inauditos compromisos
adquiridos en los capítulos de Inversión, Servicios financieros y
Propiedad Intelectual subordinaron los intereses de Colombia a los
intereses de los inversionistas de Estados Unidos y al apetito del
capital financiero internacional.
Especialmente
nociva está resultando la ausencia de una cláusula de balanza de pagos,
así como la posibilidad de que los inversionistas demanden a Colombia
por la imposición de límites legítimos a la movilidad de capitales, tema
al cual me referí en artículos anteriores de Razón Pública.[6]
Las manos atadas
Tan
ilegítima y absurda es esta concesión, que el año pasado numerosos
académicos y reconocidos economistas de talla mundial enviaron dos
comunicaciones a ese respecto a las más altas autoridades económicas
del gobierno de EUA y a los Ministros de Relaciones Exteriores de nueve
países que estaban negociando la ampliación del Trans–Pacific Partnership Agreement (TPPA)
En
esa comunicación advirtieron el riesgo fundamental que constituyen las
restricciones a los controles de capitales que ha venido imponiendo
Estados Unidos a sus socios en acuerdos internacionales y que amenazan
gravemente la capacidad de las naciones de manejar y de prevenir las
crisis financieras y de contar con políticas monetarias independientes.
Esta es precisamente una de las condiciones impuesta a Colombia por el
TLC.[7]
Las
cortapisas impuestas por este tratado al manejo macroeconómico imprimen
una mayor vulnerabilidad a la economía. La libre movilidad de capitales
determina lo que se ha llamado “el trilema imposible”, es decir,
bajo esta condición un país no puede manejar al mismo tiempo su tasa de
cambio y su tasa de interés, con beneficios exclusivos para los dueños
del capital.
Inversión extranjera perversa
La esencia de este modelo — de esta nueva institucionalidad
del TLC — se manifiesta en las soluciones planteadas por el ministro de
Hacienda frente al flagelo de la revaluación: ignorando las lecciones
de la reciente crisis financiera mundial, intentó imponer porcentajes
mínimos de inversión en el exterior a los fondos de pensiones.
Es
decir, se pretende “desnacionalizar” parte del ahorro obligatorio de
los colombianos, antes que aplicar controles a los capitales, cuya
necesidad es imperiosa. Muy oportunamente, la Contralora frenó en seco
semejante despropósito.
Ante
el evidente deterioro de la balanza comercial para Colombia,
probablemente los defensores del TLC insistirán en los supuestos grandes
beneficios derivados de la atracción de inversión extranjera.
Pero estos dependen de su calidad,
de las condiciones y de las regulaciones que garanticen un verdadero
aporte al progreso productivo del país y de que no se conviertan en
simples traspasos de propiedad o auténticas aspiradoras de la riqueza
nacional.
Diversos análisis publicados en esta revista y el completo estudio
lanzado recientemente por la Contraloría General de la Nación han
informado sobre los efectos perversos de una inversión extranjera
concentrada en minería, que perjudica no sólo la estabilidad económica,
sino ambiental.[8]
La escalera de List
Son
muchas las amenazas del TLC, algunas de las cuales — a sólo un año de
entrar en vigencia — ya se han convertido en hechos cumplidos. Las
perspectivas comerciales, lejos de mejorar, empeorarán a medida que se
avance en las desgravaciones negociadas.
El gobierno intenta tapar el sol con las manos aduciendo que
una gran proporción de las importaciones de Estados Unidos no se
producen en Colombia. En primer lugar, esto no es del todo cierto —
basta con preguntar a los arroceros y a los lecheros, entre otros. En
segundo lugar, este argumento corresponde a una visión superada hace
mucho tiempo sobre los beneficios del comercio internacional.
Las posibilidades de progreso de las naciones se encuentran ligadas al tipo de especialización.
No es lo mismo especializarse en los aguacates que el presidente sueña
ver expuestos “en los supermercados de Miami y de todo Estados
Unidos” que hacerlo en bienes y servicios de alta tecnología y de
elevada elasticidad de demanda.
El
TLC constituye el instrumento perfecto para “patear la escalera” del
progreso, metáfora creada por Friedrich List y recordada por el
historiador Ha-Joon Chang para ilustrar cómo los países más avanzados
impiden a los demás seguir las mismas políticas que los llevaron a su
actual estadio de desarrollo. Razon Publica por Helena Villamizar
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