6 Miradas sobre X Conferencia de las FARC

Por Somos una América Abya Yala,
Publicado Parte 1 2016/10/01, Parte 2 2016/10/02, Parte 3 2016/10/03


  1. ¿Cómo se trabajó la X Conferencia?
La democracia en las FARC-EP aplica el concepto marxista-leninista del centralismo democrático, un modelo de participación jerárquico y vertical que procura la participación efectiva en la definición del horizonte político, de abajo hacia arriba, de los y las miembros de la organización, y que en contrapartida exige irrestricto cumplimiento de las orientaciones emanadas, de arriba hacia abajo.

En conversación con Eliodoro Suárez, comandante de la compañía Urías Rondón, famosa por su inclemencia en el combate con las fuerzas del Estado, conocimos que la Escuela Isaías Pardo del Bloque Oriental, en cuyas instalaciones fuimos hospedados, sesionaba desde hace aproximadamente 1 año en atención a la orientación de priorizar la pedagogía de cara al nuevo momento político de esta guerrilla. Cada uno de los borradores de acuerdo y los comunicados surgidos en la Habana fueron discutidos previamente en las escuadras y las dudas sobre lo que se entendió y lo que no, eran llevadas al aula de la Urías Rondón para discutirlo en plenaria de la mano de Mauricio, comandante a cargo del Bloque Oriental.

Para la X Conferencia la dirección de las FARC-EP emitió 30 tesis, es decir, enunciados generales sobre la lectura de momento y los destinos de la organización, esta vez con dos objetivos principales: (i) analizar y refrendar el acuerdo final; (ii) definir el horizonte político y organizativo para el tránsito hacia un nuevo partido/movimiento político, incluyendo la convocatoria a su Congreso constitutivo [1]. El primer nivel de análisis de las tesis fue por células, unidad básica compuesta por 3 guerrilleros o guerrilleras, y así fue ascendiendo por las unidades hasta llegar a unas conclusiones por Bloques. 

Durante el primer momento de la Conferencia, estas conclusiones de Bloques y las 30 tesis fueron socializadas y complementadas por 121 intervenciones individuales (31 de mujeres) que debían ser inscritas previo a la Conferencia. Los encargados de analizarlas fueron los 31 miembros del Estado Mayor, incluyendo los 9 del Secretariado, la Delegación de Paz, los 144 delegados de los diferentes Bloques (aproximadamente 1 por cada 50 guerriller@s), y los 24 presos políticos que obtuvieron permiso transitorio para asistir. Las decisiones son tomadas en consenso.

Luego vino el trabajo por las 11 Comisiones instaladas, encargadas -entre otros temas- de la elaboración de las conclusiones generales, del tránsito a la vida política, de los asuntos de género, de la comunicación y prensa, de la política económica y financiera del nuevo movimiento y, una de las más importantes, la Comisión de ética, militancia y control de cuadros, que fijó los lineamientos de la proyección de cuadros (dirigentes) en el nuevo movimiento político y la apertura de los órganos decisorios, acordando ampliar el Secretariado de 9 a 15 integrantes, y el Estado Mayor Central (en el futuro “Ejecutivo Nacional”) de 31 a 61 miembros, priorizando en ambos casos la participación de las mujeres de la organización, hasta ahora notablemente marginadas.

La participación de los medios nacionales, internacionales y alternativos fue comprensiblemente restringida. A primera hora se anunciaba un orden del día y se emitía un pronunciamiento escueto sobre algún tema sensible a discutir ese día. Las ruedas de prensa ordinarias fueron siempre a las 18:00 horas (en lenguaje militar) y a media tarde hubo algunas extraordinarias como la de los presos políticos y la de l@s artistas farian@s de “Los Rebeldes del Sur”. Este esquema acartonado evidenció la falta de imaginación de la organización guerrillera para captar con mayor eficacia la atención de los medios y posicionar de mejor manera sus mensajes.

Adicionalmente, se dispuso un mecanismo para solicitar entrevistas con los miembros del Estado Mayor y en los campamentos estaba abierta la posibilidad para conversar con los guerrilleros y guerrilleras presentes de los Bloques Sur y Oriental (en realidad rebautizado Jorge Briceño) que no tenían calidad de delegados pero que habían acudido a apoyar la logística y a participar de los espacios de socialización y esparcimiento, tema que se abordará más adelante. Hombres y mujeres siempre sonrientes y dispuestas a los medios.
  1. El humanismo fariano

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Abuelo en las filas corta cabello de su nieto en uno de los campamentos

El Bloque Jorge Briceño es la retaguardia estratégica de las FARC-EP. Su control sobre una vasta zona llana y selvática, incluyendo la serranía de la Macarena, parajes inhóspitos del país con una débil o nula presencia del Estado y del capital, le ha permitido consolidarse como única autoridad legítima y fortalecer su poderío económico y militar. Desde allí se diseñó un corredor que permitiera sitiar Bogotá escalando la cordillera oriental por el Sumapaz, y por momentos logró confrontar a las fuerzas del Estado no bajo la lógica de la guerra de guerrillas, sino de guerra de posiciones como Ejército revolucionario. Jorge Briceño, el “Mono Jojoy”, fue el artífice de esta escalada militar y su rostro fue la imagen del miedo de las élites ante una eventual desestabilización del país.

Los medios hicieron del miedo de las élites el miedo del país. El Bloque Oriental de las FARC-EP fue símbolo de crueldad, de barbarie, de terror. Y aún entre los sectores de izquierda en el país, incluso aquellos que consideramos legítima la rebelión armada, el Bloque Oriental era símbolo, al menos, de prepotencia militar.

No obstante, ningún medio, excepto los más pusilánimes, podrá negar el conmovedor humanismo que presenciamos con todos nuestros sentidos en las sabanas del Yarí por parte de los y las combatientes de este Bloque. Contrario a lo que se pudiera pensar, el largo período en que esta región ha sido una “zona liberada” y en que la guerrillerada ha compartido el comunitarismo y la colectividad de la cotidianidad de la guerra, ha hecho de ellos y ellas seres humanos de otro nivel de conciencia.

Para el alojamiento de la prensa se dispuso de grandes carpas con camarotes o zonas de camping, con una tarifa razonable. Alternativamente, a voluntad y sin costo, era posible alojarse en los campamentos de los Bloques Sur y Jorge Briceño, para dormir en las famosas “caletas”, estructuras de palo e impermeable, similares a las de los tiempos de guerra, pero con algunas comodidades propias de los tiempos de paz, como catres fijos, colchonetas y sábanas. “Estas son suites” nos dijeron al llegar.

Los anfitriones hicieron gala de una impecable ética del trabajo. Centenares de hombres y mujeres de la guerrilla mostraron una estricta disciplina y un amor sincero a las tareas encargadas, desarrolladas con admirable facilidad y buen ánimo; prestar guardia, cortar leña, cocinar en las ranchas, mantener en buen estado los baños y los chongos (letrinas), llevar, traer, armar y desarmar. Verlos trabajar era como ver hormigas en su autómata labor, caminando con determinación, trabajando con envidiable destreza y sin más materiales que los de la propia naturaleza. Tres semanas bastaron para el montaje de todos los escenarios de la Conferencia, incluyendo el auditorio y los salones de discusión, y excluyendo la mega-tarima y las carpas para la prensa, que fueron contratadas.

Otro principio de la acogida fue la buena fe. En una zona de guerra y con enemigos de toda clase, nunca nos hicieron una requisa ni nos exigieron la cédula para hacer un cotejo de la información que entregamos al momento de la acreditación. Salvo en la entrada, nadie llevaba consigo su fusil, y de manera inverosímil, estos eran dejados a la mano de cualquiera en las caletas de los campamentos. A excepción del lugar de la Conferencia, que se encontraba restringido del resto de asistentes por un retén que tenía una cuerda como pare, nunca nadie nos miró con desconfianza, o nos preguntó hacia dónde íbamos, quiénes éramos, o nos exigió la escarapela. La apuesta por la paz y la reconciliación se observa en los más pequeños detalles.

Sería ingenuo pensar que no existía un interés por parte de las FARC-EP en mostrar una cara amable y que seguramente haya sido una orientación a sus tropas. Pero sería aún más ingenuo pensar, entre quienes estuvimos allí, que tal muestra de confianza, respeto, disciplina y camaradería, pueda ser una estratagema. Todo lo contrario. Incluso fue tema recurrente de conversación entre los asistentes “civiles” de la X Conferencia, que para los miembros de esta guerrilla, o al menos para los miembros de los Bloques que conocimos, va a ser muy duro en esta nueva fase el choque con los antivalores de la sociedad urbana; el individualismo, la desconfianza (si no el oportunismo), la pereza, la intolerancia.

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Sillas de guerra bordadas por guerrilleros del Bloque Jorge Briceño

3. Las FARC-EP le apuesta a la paz

Una apuesta está compuesta de varios elementos: (1) la contingencia de vencer; (2) lo que se pone en riesgo, algo que se tiene y que se puede perder; (3) el bien mayor que se puede alcanzar en caso de ganar.

Los grandes medios y los sectores políticos en contra de las negociaciones en La Habana han implantado la idea de que es la dirigencia, el Estado Mayor, quien está involucrado con la paz pero no así sus combatientes. Conversar con las y los guerrilleros rasos durante la Conferencia, muchos de los cuales no tenían siquiera la condición de delegados a esta, fue ilustrativo del compromiso con la paz que tienen. Del conocimiento común sobre lo que se pone en riesgo, de la importancia política a nivel de organización (no individual) de los acuerdos, y de la firme voluntad de hacer todo lo posible porque un eventual fracaso del proceso no sea por alguna conducta o posición adjudicable a ellos.

La X Conferencia demostró unidad de mando. De sus 69 estructuras a 2010 (incluyendo 57 frentes)[2], sólo la dirigencia del Frente Primero, se abstuvo de participar de los acuerdos, sustrayéndose de la organización con alrededor de 100 hombres. El resto de sus filas, la mayoría, está sujeta a la nueva comandancia del Frente y a las orientaciones nacionales.

La disciplina no es sólo visible en el trabajo. Hay una apropiación del discurso de paz y de las posiciones del Estado Mayor de las FARC-EP entre todos sus integrantes. Por ello, eran pocas las personas que intervenían en las ruedas de prensa, porque no hay posiciones individuales sino colectivas. Y en las conversaciones personales, ya fuera con los más altos mandos o con guerrilleros rasos, ante preguntas como ¿Qué te sueñas de tu vida después de la firma de los acuerdos de paz? ¿Dónde quisieras vivir, en el campo o la ciudad? ¿Quisieras trabajar, estudiar, hacer política? ¿O qué papel quisieras desempeñar en el nuevo movimiento político?, la respuesta era unánime: “lo que oriente nuestra organización”. Sin excepciones. Algunas veces, con muchos rodeos, se escapaba algún deseo propio, pero siempre iba acompañado de la misma frase “pero me atengo a lo que oriente nuestra organización”.

La anulación de la individualidad puede ser indeseable a juicio de algunos, pero al margen de ese debate, lo real es que las FARC demostró unidad de mando y apropiación íntegra de las posturas de la organización, que no atiende a una orden vertical, sino a un proceso pedagógico y una cohesión organizativa de tiempo atrás, fortalecida en estos tiempos de paz. Esto también matiza otra de las ideas implantadas desde los medios y sectores académicos sobre la degradación de la guerra y la pérdida de horizonte político de las guerrillas, porque la conclusión tanto de las entrevistas propias como las de otros colegas, es que las guerrillas de este país aún se siguen concibiendo como organizaciones políticas y que su objetivo continúa siendo la transformación de las condiciones estructurales del país que perpetúan la explotación económica y las múltiples opresiones.

En esta región, los hombres y mujeres guerrilleras tienen miedo de lo mucho que pueden perder. Soportar la arremetida militar durante los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, y defender los pueblos en los que son gobierno les costó mucho, les produjo mucho dolor, y pasar a la política sin armas es un riesgo que de manera valiente están dispuestas a asumir. Temen del gobierno, porque nunca le ha cumplido al pueblo. Si un gobierno no le cumple a la Cumbre Agraria, por ejemplo, ni a los medianos y grandes productores agrarios que se están arruinando ¿Por qué habrá de cumplirle a una guerrilla que lo ha combatido en armas? Un interrogante sin respuesta, un paso a ciegas. Esperan que por lo menos no los asesinen, que haya voluntad política de desmontar al paramilitarismo, y que el punto primero, sobre Reforma Agraria Integral, les permita vivir con dignidad de manera colectiva.

Las FARC-EP dejará en libertad a sus combatientes para utilizar individual o cooperativamente los auxilios económicos del acuerdo. Pero al menos en los Bloques Sur y Oriental, es abrumadoramente mayoritaria la vocación colectiva. Llevan años trabajando así, su familia es la guerrilla, muchos llevan décadas sin ver a sus familiares de sangre, y aunque a muchos los asalte la duda de saber cómo están y un deseo de verlos, no tienen la más mínima intención de recuperar una vida que ya perdió todo sentido para ellos.

Si el gobierno cumple, manifiestan que seguirán en la lucha pero desde la civilidad, que dejan las armas pero no se desmovilizan, que continúan trabajando por la paz del país entendida como justicia social. Si el gobierno no cumple, volverán a las armas. Así de simple. Y agregan, más para sí mismos que para uno, que están dispuestos a volver a combatir.

4. Si la revolución es una fiesta, la Paz es una fiesta

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Los portafusiles decorado de una de las guerrilleras de las FARC-EP

"La revolución es una fiesta" decía el carismático comandante del M-19, Jaime Bateman Cayón. Entendemos esta frase como una rebelión en contra de la estricta disciplina del comunismo ortodoxo o, en positivo, como un reconocimiento del papel que juega la alegría y las festividades en la cultura de nuestros pueblos y la necesidad de que tenga también un espacio en la revolución.

En el Yarí, la paz ha sido una fiesta. Una fiesta no sólo enmarcada en el baile y el licor, sino también, en el ambiente de tumultuosa alegría y esparcimiento. La presencia de las FARC-EP en la región es inescindible del pueblo. No para decir que toda la gente sea guerrillera, como suelen entenderlo los órganos de inteligencia del Estado, sino que como autoridad legítima, toda la dinámica social tiene que ver con ellos. Además, los y las combatientes son hijos, hermanas, sobrinos, tías, etc. de los habitantes de los pueblos y veredas.

En el corazón del lugar del evento, ubicado en el corregimiento del Diamante, las familias del sector dispusieron de una especie de bazar; casetas de venta de comida, bebidas, y todo tipo de cachivaches, para el consumo de propios y extraños. Un caserío improvisado que le imprime un ambiente tranquilo y cercano a una Conferencia guerrillera.

Todas las noches, al finalizar la jornada, se programaron actos culturales en una tarima de primera categoría, alucinante por el lugar en el que nos encontramos, en donde ningún operador celular tiene señal y la luz es una innovación reciente. Allí se han dado cita artistas de talla internacional y un gran concierto se espera para la firma del Acuerdo Final el 26 de septiembre.

Alerta Camarada, Aries Vigoth y Alfredo Gutiérrez merecen una mención especial. El primero, por tratarse de artistas que pese a la adversidad de su público lograron ganarse los afectos de la guerrillerada y prender la fiesta del domingo 18. Es que el reggae es un ritmo desconocido dentro de los lejanos llanos del Meta y el Caquetá, incluso, un guerrillero me preguntó afirmando “Ellos no son colombianos ¿verdad?”. Y a la inversa, Alerta quedó tan impresionado de la falsedad de los mitos sobre la insurgencia, es decir, de la calidez y sencillez de sus gentes, que decidieron volver para el acto de cierre de la Conferencia del viernes 23, haciendo dos veces en una misma semana ese trayecto interminable. Con mofa, declararon a su público “rastafariano”.

A Aries Vigoth y Alfredo Gutiérrez, mi más grande admiración. La música llanera se tomó el escenario la noche del martes 20. A diferencia de artistas como Jhony Rivera que no hizo siquiera mención a la paz, el maestro Vigoth, con la seguridad de su prestigio, se dirigió sin miedo a los guerrilleros y guerrilleras que lo vitoreaban, los saludó por su nombre, como un sector más de este pueblo jodido y sin el estigma de su opción de vida. Su concierto fue un crescendo, y tuvo como cúspide el canto a doble voz de “Alma llanera” junto a Iván Márquez, quien visiblemente emocionado, hizo un discurso como de papá alicorado.

Alfredo Gutiérrez no fue en crescendo, el viejo la rompió desde el primer minuto, cuando anunció que ofrecería el concierto más glorioso de su vida por la paz de Colombia, y hasta que apagó su micrófono. En 2 horas de una descarga inolvidable, la Costa Atlántica se hizo presente con la cumbia, el porro, la champeta y, cómo no, el vallenato. El tres veces rey de este género hizo honor a la historia rebelde de la sabana sucreña y de la costa en su conjunto, ahora olvidada o agazapada por la cruenta arremetida paramilitar. Le cantó a la paz y la revolución, le mamó gallo a la comandancia de las FARC, y tuvo momentos de auténtico realismo mágico como el de este hombre, a los setenta y tres años, encaramado encima de 3 de sus músicos, tocando el acordeón con sus pies, o trovando improvisadamente junto a Jesús Santrich, coterráneo y amigo de infancia. Maestro, mil veces maestro, sin palabras.

Después de los conciertos, el caserío improvisado y una de las carpas contratadas se vestían de música y alegría. A la fiesta, por supuesto, no acudían los partícipes de la Conferencia, pero sí el resto de la guerrillerada. Una fiesta con música campesina, control medido del alcohol (cuya venta estaba prohibida para la guerrilla) y de los horarios, sin conflictos ni inconvenientes, y que en ninguna medida retrasó cualquiera de las actividades o derribó la férrea disciplina de las tropas, así estas tuvieran que pasar de largo sin dormir para cumplirlas.

Los conciertos y la fiesta tienen una significación especial para los combatientes. Esta zona fue un temible escenario de guerra durante el Plan Patriota. Uno de los músicos del Bloque Oriental, visiblemente afectado, me narraba sus historias de muerte en esta región. La forma en que tuvo que dejar abandonada a su novia en medio de las confrontaciones porque no pudo seguir arrastrando su cuerpo, y la forma en que salvó a un amigo, un “camarada” mutilado por un bombardeo, porque la vida, en esta segunda ocasión, le dio las fuerzas y la chance para seguir arrastrándolo con un brazo, mientras con el otro descargaba su fusil a un objetivo incierto. Festejar la paz tiene esa enorme carga simbólica. La nostalgia de la muerte a las espaldas, la esperanza de otro camino en la vista.

El escenario de conciertos, con toda la comunidad reunida, permitió anuncios que cambian vidas. Desde allí fueron anunciadas múltiples encomiendas de familiares que habían recorrido kilómetros hasta El Diamante en búsqueda de sus familiares en las filas de las FARC-EP. Una búsqueda de doble cara. La de felicidad, como la de esa madre que después de 22 años volvió a ver a su hijo en medio del concierto de Aries Vigoth, y la de desolación de aquellas a las que se les informó su muerte o desaparición a manos de la Fuerza Pública. A mitad de semana, hubo que colocar una cartelera para que las familias fueran registrando el nombre de los combatientes a los que buscaban.

A su modo, para Jorge Briceño la revolución también era una fiesta. En el Yarí se le quiere como se quiere a un padre o un abuelo. Su indolencia con los militares contrasta con la bondad que tuvo con sus subordinados. Según cuentan, festejar y bailar era una orden. Y siempre que hubiera medios, “el viejo” los consentía con comida mejor a la acostumbrada (que en medio de la guerra se traduce en gallina, por ejemplo), y en las fiestas con Whisky, porque si la oligarquía parásita lo toma ¿por qué el pueblo trabajador no puede hacerlo? dicen que decía el “Mono”. Si no había recursos para Whisky, la chicha entraba en su reemplazo. No entraré a hacer juicios de valor sobre la bondad o maldad del personaje, lo real es que se convirtió en uno de los más fuertes referentes entre los farianos de los llanos, y la cultura de la fiesta, que es la cultura de campo, sigue estando muy presente.


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Un arcoiris se abre paso en el atardecer del cierre de la X Conferencia

5. Las contradicciones de las mujeres farianas

A la vista, una de las imágenes más distintivas de la guerrilla es la presencia numerosa de mujeres combatientes. Indias, negras, mulatas, mestizas. Todas demuestran fuerza y atletismo. Y también un toque de la “feminidad” convencional, haciendo hermosos decorados en sus utensilios de equipamiento.

Según lo narró Olga Marín en la rueda de prensa sobre asuntos de género, fue a partir del año de 1974 que la organización definió dar calidad de combatientes a las mujeres, que desde las épocas de la autodefensa campesina en Marquetalia se limitaban a las labores tradicionales de cuidado: enfermería, cocina, sastrería, pedagogía, etc. Desde entonces, el feminismo fariano tiene un enfoque de igualdad, igualdad de derechos y deberes. Difícilmente esto podría controvertirse. Las tareas de la vida guerrillera son asumidas sin distinción y es perfectamente normal ver a los hombres cocinando o lavando ropa y a las mujeres construyendo los campamentos, por poner unos ejemplos.

Es válido resaltar que esta igualdad, que pareciera un mínimo dentro de la clase media urbana, es un avance significativo dentro de la ruralidad marginal de la Colombia profunda. Paola, quien fuera guardia personal de Manuel Marulanda y una de las educandas de la Escuela Isaías Pardo, nos comentaba que muchas mujeres se vinculaban a las FARC-EP porque no querían casarse y tener hijos, o porque admiraban la autonomía de las guerrilleras que por el sólo hecho de tener un fusil terciado en el hombro exigen otro nivel de respeto. “Hay de todo, otras entraron porque estaban enamorados de algún guerrillero”, reconocía.

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Paola conversa mientras tiñe cabello de su camarada

Poco a poco las mujeres han venido ocupando puestos de mando dentro de las unidades militares, pero es palpable su marginalidad en la dirección central. De los 31 miembros del Estado Mayor, Érika es la única mujer, y ninguna pertenece o ha hecho parte del Secretariado. Esta exclusión no sólo obedece al machismo que aún circula entre las filas de las FARC-EP y que fue reconocido por el propio Pastor Alape, sino a una combinación entre la rigidez de sus órganos de dirección y la historia de una guerrilla que ha durado 52 años en armas y que ha ido modificando sus prácticas patriarcales con la misma lentitud en que lo ha hecho la sociedad colombiana.

Lo primero porque la verticalidad de su modelo organizativo y las limitaciones que impone la guerra, hacen de la muerte o la sanción las únicas maneras de relevar los puestos de mando dentro de la guerrilla. En esa medida, tratándose de una guerrilla que sólo hasta el 74 reconoció a las mujeres como combatientes, quiere decir que para entonces ya tenía una estructura organizativa copada en sus puestos de dirección por hombres, por tanto ha sido muy difícil que las mujeres asciendan en ella y tengan una verdadera representatividad.

En el tránsito a la paz y al nuevo movimiento político, se espera de una organización revolucionaria que esta situación cambie. El anuncio de la prioridad de las mujeres en la ampliación del Secretariado y el Estado Mayor es un buen síntoma, sin embargo, las FARC-EP también deberá superar el enfoque básico de igualdad formal que se tenía en la guerra y dar discusiones más profundas sobre las prácticas sexistas y los objetivos estratégicos que se hayan de trazar en temas de género y diversidades, no sólo al interior de la organización, sino de cara a la sociedad.

Para terminar esta otra mirada, quisiéramos mencionar el trato de las relaciones afectivas dentro de las FARC-EP. Quedé gratamente sorprendido al escuchar con insistencia, tanto de hombres como de mujeres combatientes, que uno escoge libremente la persona que quiere tener como compañer@ o “soci@”, manera coloquial como se le llama al enamorado o enamorada dentro de la guerrilla. Pero no sólo eso, sino que si la socia se enamora de alguien más o simplemente se aburre, es algo natural, y pareciera que no hay mayor conflicto con ello.

Tampoco existe problema si los soci@s hacen parte de la misma unidad guerrillera, incluso pueden compartir caleta en los campamentos. Pero saben de antemano que si las orientaciones fuerzan su separación, esta será un imperativo irrefutable. Nuevamente, habrá quienes consideren esto como un control impositivo sobre las relaciones afectivas, pero lo cierto es que esa desposesión del amor y la prioridad que–en especial- tiene para ellas el interés colectivo, hacen algún contrapeso a una sociedad que acostumbra a las mujeres a eclipsar su vida alrededor del amor romántico y de la familia.

6. De la toma del poder sin armas

Las FARC-EP como organización política no ha renunciado a la toma del poder. Su llegada a la escena pública pretende revitalizar las alternativas al poder oligárquico y construir un Frente Amplio, más allá de la izquierda, que abandere cambios mínimos de nuestro sistema político, económico y social. En el papel suena muy esperanzador, en lo real tendrá que afrontar varios desafíos y obstáculos que nos permitimos enunciar
  • Recesión del ciclo progresista en América Latina

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Con solemnidad, guerrillerada entona himno nacional

En los últimos años, uno de los argumentos recurrentes para exigir la superación de la lucha armada en el continente, fue la llegada al poder institucional de gobiernos socialistas o más tímidamente “progresistas”, muchos de ellos encabezados por antiguos rebeldes en armas y apoyados por grandes plataformas organizativas movilizadas.

El vecindario hoy se mira distinto. Por mencionar únicamente lo más reciente, el kirchnerismo cedió el poder a un empresario neoliberal, a Dilma los cuervos que crió le sacaron los ojos, mediante la nueva modalidad de “Golpe Blando”, Evo perdió su primera votación: el referendo que le permitía re-elegirse, Correa cierra el que será su último período sin el apoyo del grueso de las organizaciones sociales, y Venezuela tambalea y mal-augura una confrontación militar.

Si a principios de 2012, cuando se inició la fase exploratoria de las negociaciones, con esa luz llamada Hugo Chávez aún prendida, las FARC-EP tenían en su horizonte arroparse con los vientos de cambio en el continente, su apuesta estratégica necesariamente se ha visto alterada. Y no sólo por la idea de llegar al poder, sino por su misma protección. Un continente de derecha y neoliberal no reaccionará igual ante la persecución política de su nuevo movimiento. En lo local el panorama no es más alentador. Luego de 12 años, la izquierda perdió la administración de la capital del país, el principal logro electoral de su historia, y más defraudante aún, perdió el plebiscito como mecanismo de refrendación popular del Acuerdo Final de Fin del Conflicto.

A la espera del ELN y la espera del ELN

Luego de la firma del Acuerdo Final, los ojos se posarán sobre el Ejército de Liberación Nacional -ELN-, una guerrilla marxista-leninista con una tradición histórica semejante a la de las FARC y una capacidad militar nada despreciable, aun cuando su trabajo político es su principal vocación.

En su último Congreso, celebrado a inicios del año pasado, el ELN reafirmó su disposición a la solución política y planteó la posibilidad de abandonar las armas si encuentra voluntad real por parte del Gobierno. Y pese al inicio formal de los diálogos en marzo de 2016, parece ser que la estrategia del ELN para verificar la voluntad del Gobierno será esperar a ver los resultados del proceso con sus compañeros de armas de las FARC-EP. Algunos de ellos, según nos comentaron, ven en el ELN una salvaguarda, “porque sus armas son nuestras armas” y en caso de que el Estado incumpla su parte, la presencia de los elenos en el monte es garantía de que no se extermine el movimiento social y político, y un punto de partida para retomar la lucha armada.

En últimas, sin el ELN el “fin del conflicto” no pasa de ser una consigna publicitaria. Y la implementación de los acuerdos va a ser muy difícil en los territorios que comparten estas dos guerrillas.

Esperamos: (i) del Gobierno y las élites en el poder que reversen 200 años de historia y cumplan sus promesas al pueblo colombiano, en este caso su promesa de paz y apertura democrática, porque la credibilidad de este proceso despejará las dudas del ELN y consolidará una verdadera “paz estable y duradera”; (ii) del ELN que no deje enfriar el ambiente de paz, que muestre gestos de paz, que continúe liberando las personas retenidas, que desarme su discurso; (iii) de los diálogos Gobierno-ELN, que complementen el proceso de paz, que se diseñe un mecanismo eficaz de participación de la sociedad, que se incluyan las problemáticas urbanas y ambientales.
  •  Del poder popular al poder institucional
Uno de los principales desafíos que enfrentará las FARC-EP en su disputa política sin armas será su marginalidad espacial como guerrilla. La dinámica de la guerra ha generado que sus mayores acumulados políticos se encuentren en regiones ubicadas en la frontera agrícola, lejos de las grandes ciudades capitales que actualmente concentran la mayor cantidad de población y los focos de poder político y económico.

Sin duda, el tránsito a la civilidad y la eventual implementación exitosa de acuerdos como los de Reforma Rural Integral y Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito, terminará por consolidar  procesos de poder popular que han sido posibles gracias a la intervención de las FARC-EP, incluyendo experiencias de reformas agrarias de hecho en donde hubo repartición equitativa de la tierra y están claramente establecidos los límites de la propiedad, las áreas de bosque que deben conservarse, los sistemas cooperativos de producción y comercialización, entre otros aspectos que han sido imposibles de asegurar por las propias políticas de Estado.

Las FARC-EP tiene trabajo en las principales ciudades del país, pero allí sus acumulados no distan mucho de los acumulados de las organizaciones legales y su salida de la clandestinidad no representará un cambio cualitativo en la disputa política. El reto es cómo extrapolar estas experiencias locales, inspiradoras pero marginadas espacialmente, a una dinámica nacional. Sobre todo cuando los máximos comandantes de las FARC, la mayoría de avanzada edad, no se sueñan una proyección nacional, sino que prefieren vivir la paz al frente de sus comunidades.
  • Tránsito de organización armada a organización sin armas
La guerra y los antagonismos facilitan la firmeza ideológica. Por el contrario, la paz y el diálogo son difíciles de manejar dentro de una organización revolucionaria ¿por qué pactar con el enemigo? ¿por qué creerle a quien siempre ha mentido? ¿por qué ceder ante un contrario más poderoso que poco tiene que perder?

Otro de los principales desafíos de las FARC y del movimiento/partido que la suplante es la cohesión ideológica a nivel interno. La implementación de los acuerdos, en gran medida, estará sujeta a la voluntad y a los recursos que administrará el Gobierno a través del Ministerio de Posconflicto. Esta situación pone al Estado en una posición de ventaja, porque a contraprestación de cumplir con sus compromisos puede atar el discurso y el accionar político de las FARC en el posconflicto. Es posible, por ejemplo, que las FARC no apoye ningún candidato/a presidencial de izquierda para 2018 sino que le apueste en primera vuelta a un candidato del Establecimiento que se comprometa a darle continuidad al proceso de paz. Ese tipo de decisiones pueden ser razonables desde una mirada estratégica, pero dan mensajes confusos a las militancias y minan su fortaleza ideológica.

La sostenibilidad de su proyecto político pasa también por la firmeza de sus comandancias que en un futuro cercano pasarán a ser líderes o dirigentes. Trascender la verticalidad de la guerra le quitará poder real a los comandantes. Una cosa es dirigir un frente y otra es ser el coordinador o responsable de un capítulo de un movimiento político. Este vacío de poder será buscado por el establecimiento en aras de cooptar dirigencias. Y por descabellado que esto parezca, los casos de Rosemberg Pabón y Everth Bustamante, antiguos miembros del M-19 y ahora parte de la ultra derecha colombiana, son ejemplos dicientes de que no lo es.

Otro problema es qué hacer con los liderazgos militares dentro de las FARC. Muchos de los cuadros de la organización se destacaban por su destreza en las artes de la clandestinidad y de la guerra, más no en la construcción política y social.  Su marginalización puede generar disidencias y se requerirá de mucha astucia para otorgarles un papel dentro del nuevo movimiento.

El último de los desafíos que mencionaremos es la continuidad del orden y la disciplina de la estructura político-militar que representa las FARC-EP. Al momento de lanzamiento del nuevo movimiento político, esta estructura será una verdadera máquina de hacer política, pero no va a ser lo mismo dar órdenes con armas a darlas sin ellas, y las FARC deberán demostrar su capacidad para mantener cohesionada su estructura organizativa sin el uso de las armas y muy seguramente deberá cambiar las reglas de juego participativo al interior del movimiento.
  • Unidad del movimiento social
La solución dialogada al conflicto entre el Estado y las insurgencias, debería desarmar el pensamiento guerrerista y anticomunista de las élites en el país, que se deje de observar la disidencia como peligrosa, la organización y la autonomía como enemigas. También debería darle protagonismo al movimiento social en la contienda política, muchas veces instrumentalizado por las organizaciones en armas para sus propios intereses.

La X Conferencia de las FARC hace un llamado a los sectores comprometidos con la paz, más allá de la izquierda, a integrar el nuevo movimiento político y a conformar un Frente Amplio que permita un gobierno alternativo a la larga sucesión de castas que han transitado por la Casa de Nariño. No es la primera vez que se hace este llamado a la Unidad, podría decirse que ningún partido de izquierda o plataforma del movimiento social no haya hecho este llamado al momento de su creación. Pero es también común denominador que la unidad se convoque para sí, la unidad del “únete a mi proyecto”, no la unidad del “confluyamos”.

Tampoco sirve una unidad de grandes nombres, de logos, de reuniones y cocteles. El apoyo del “Frente Amplio” a la candidatura de Clara López para la Alcaldía de Bogotá es una muestra fehaciente del fracaso de este modelo. Ojalá el sueño de una paz completa, de una paz con justicia social, de una paz con cambios, de una paz desde abajo, nos permita encontrar el camino de la unidad y podamos darle un respiro de liberación al continente.


Notas al pie

Llegar hasta las Sabanas del Yarí es costoso. Y la estadía lo hubiera sido más, si nos hubiéramos atenido al restaurante contratado que vendía almuerzos a COP $15 000 y desayunos a COP $10 000. Varios periodistas de los medios alternativos acudimos a los ranchos de los campamentos en donde comían los guerrilleros a buscar algo de solidaridad. Y fue tan recurrente la situación que se dio la orientación de ampliar las ollas para ofrecernos desayuno, almuerzo y comida gratuita, suficiente y de excelsa calidad ¡Gracias!

El 22 de septiembre se cumplieron 6 años del bombardeo que dio con la muerte de Jorge Briceño. Ese día se le hizo un homenaje, ese día no hubo música popular sino trova en el escenario, y como única excepción, ese día el ambiente fue de luto y no de fiesta.

Referencias

[1] “!Exclusivo! Anncol presenta el documento completo con las Tesis de Discusión de la x Conferencia de la FARC-EP”, Agencia de Noticias Nueva Colombia -ANNCOL-, 21 de septiembre de 2016. Disponible en: https://anncol.eu/colombia/politica-economia/item/5249-anncol.
[2] Revista ARCANOS N° 16, Corporación Nuevo Arco Iris, Bogotá, Abril de 2011.

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