En
nuestras luchas nos hacemos hermanos y hermanas. Pero es indiscutible que ha
habido seres humanos extraordinarios, capaces de ocuparse, más allá de su
familia, sus amistades, su comunidad o su organización, de su pueblo entero. De
vivir y dolerse de sus necesidades, de entender su senti-pensar, de guiar sus
acciones y de avivar su espíritu. A esos les llamamos padres, desvestidos de
cualquier carga jerárquica o paternalista, revestidos de todo significado de
cuidado, luz y amor.
Tu
partida duele. Mas no duele como si se tratase de una orfandad prematura, como
la de Hugo Rafael, ni de una muerte violenta, innecesaria o evitable. Duele por
la sensación más básica de la muerte: el viaje sin retorno. Pero duele con la
satisfacción de que no pudiste darnos más, de que 90 años (acaso 40) son
suficientes para trastocar el curso de la historia, de que luchaste toda una
vida y te hiciste imprescindible, de que tu victoria es nuestra y nuestra
victoria será tuya.
No
mueres atravesado por una bala, no mueres traicionado por alguien que creíste
de confianza, no mueres acorralado por el fuego enemigo, no mueres agonizando
por algún mal inducido, no mueres torturado en prisión, no mueres desaparecido
y enterrado sin nombre. De todo eso eres un sobreviviente. Mueres en la
temprana y cálida noche de La Habana, respirando su aire libertario hasta tu último suspiro, acompañado en tu intimidad
por médicos virtuosos que te deben su profesión y ampliamente por el respeto,
el cariño y la dignidad de tu pueblo. Mueres con la labor cumplida, con tu
cuerpo cansado del trabajo, con tu espíritu intacto, con tu huella indeleble. Mueres
para ser inmortal.
Son
otros tiempos los que nos tocan y tu legado no basta, no eres una deidad.
Seremos nosotros y nosotras las responsables de descifrarlos, de tener sentido
de momento histórico para poder juntar gentes y movilizar cambios. Tú lo
hiciste ver fácil, te dirigiste a tu pueblo y a la humanidad cuantas veces fue
necesario para recordarnos que está mal que pocos tengan mucho y muchos pasen
necesidad, que los pueblos tienen el derecho legítimo de autodeterminarse y de
rebelarse contra la opresión y el dominio colonial, y que la dignidad vale más
que los privilegios. Lograste que miles se detuvieran por horas a escucharte
porque reconocieron que tu voz decía aquello que sentían pero que nunca habían
podido expresar, o acaso aquello que vivían y nunca habían podido reflexionar. Y
no sólo hablaste, luchaste y creaste-crearon un modelo de revolución y
socialismo.
Ernesto,
el guerrillero heroico, partió a Bolivia a sabiendas de que la liberación no
puede ser un hecho aislado, de que no podemos salvar el agua río abajo si arriba
están destruyendo el nacimiento de su cauce. Tú te quedaste al lado del pueblo
cubano, rehaciendo un país relegado por 400 años de colonización. Y habrá
quienes digan que esto fue cómodo, pero la historia ha sido contundente en
demostrar que lo más difícil no es hacer una revolución sino sostenerla. Las
posiciones de poder son bastante odiosas y pocos han salido bien librados de
ellas. Tú estuviste al mando durante 52 años sin perder la legitimidad de tu
mandato colectivo, aún en las épocas más difíciles. Los y las cubanas podrán
tener mil diferencias con las políticas de Estado pero nunca se atreverían a
llamarte dictador o a poner en duda tu honorabilidad e incorruptibilidad.
Fuiste ese padre lúcido, a veces terco u obstinado, que no tomó una sola
decisión pensando en sus propios intereses.
Fidel,
el hombre cuyas cejas transitaban libremente por su rostro durante sus
discursos, el presidente que sorprendió a sus manifestantes al salir sin
guardia a una protesta y reclamarles a los estudiantes en su estupor compromiso
durante el período especial, el joven que a sus 22 años empuñó un arma contra
el Establecimiento durante el Bogotazo y luego de 64 años de conflicto armado, ya
anciano, sería pieza fundamental junto al pueblo cubano y su isla liberada para
la solución dialogada. Fidel, el amigo de la liberación africana y sus
luchadores y luchadoras más ilustres. Fidel, el genio traductor del socialismo
al Caribe. Fidel, eternamente ¡Nuestro Comandante en Jefe!
Contigo
y sin vacilación decimos:
¡Patria
o muerte!
Hasta
la victoria ¡Siempre!
PD.
Tal vez hubiera preferido que murieras 10 años atrás. No por deseo, por
supuesto. Sino por la indignidad de saber que moriste pensando que el proyecto
bolivariano y la humanidad entera se nos escurría entre los dedos. Después de
que hiciste, de que hicieron tanto, me hiere que mueran con esa preocupación en
el alma. Por ustedes reconstruiremos la esperanza.
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